La reforma para cambiar nuestro actual pavimento por uno de madera es una decisión acertada desde el punto de vista estético y de confort, pero es necesario conocer una serie de aspectos para saber en qué nos estamos metiendo exactamente.
Desde Pavimentos Vetusta te asesoramos y te ayudamos basándonos en la experiencia que acumulamos. Para que todo sea más sencillo, ya que de todos es sabido que cuando se aborda una obra, acaba convirtiéndose en una pesadilla que, una vez superada, reconocemos necesaria e inevitable.
No olvides que cuando los resultados son los esperados, es un proceso que nos llena de satisfacción.
En caso de que presente problemas de ataque de insectos, como polillas, carcomas, taladrillos, etc… será necesario aplicar tratamientos químicos para matar los insectos y posteriormente una masilla para tapar los agujeros.
El último paso será aplicar un barnizado para dejar el suelo como nuevo.
En el caso de tener otro tipo de pavimento y querer colocar uno de madera, el primer paso será tener en cuenta el tipo de pavimento y la tonalidad en función de los parámetros del lugar donde vaya instalado: uso, luminosidad, grado de humedad, etc.
Debe observarse con sumo cuidado que la superficie donde se montará el pavimento esté totalmente nivelada. En caso contrario, será necesario aplicar una pasta niveladora para evitar abultamientos e imperfecciones.
Además, en el caso de los pavimentos laminados, es conveniente colocar una lámina aislante para evitar humedades y además amortiguar el ruido.
Lo siguiente será elegir entre si se desea un suelo de madera o un suelo laminado. Los segundos son, por la facilidad de su instalación, un tipo de pavimento que está cogiendo mucha presencia en hogares, negocios, empresas, hospitales, etc.
En Pavimentos Vetusta te aconsejaremos según tus necesidades, pero no está de mas que conozcas algunos aspectos a tener en cuenta si estás pensando en la instalación de un suelo laminado.
En función del uso, la norma UNE-EN 13329:2007+A1 clasifica los pavimentos laminados según dos factores: la clase y la resistencia.
La clase es la que realmente indica la calidad del pavimento laminado. Este es el factor a tener en cuenta para inclinarte por un tipo de suelo laminado. La Norma establece cuatro clasificaciones:
Clase 31 – Para uso doméstico intensivo – comercial moderado.
Clase 32 – Para uso doméstico intensivo – comercial normal.
Clase 33 – Para uso doméstico intensivo – comercial intensivo.
Clase 34 – Para uso doméstico intensivo – industrial moderado
La resistencia se define como el aguante de un pavimento al rayado. Se obtiene mediante un test de abrasión, donde una máquina somete al suelo a una serie de frotados con una rueda de papel de lija hasta que el dibujo decorativo desaparece.
En función del número de vueltas que la máquina efectúa antes de que se produzca la desaparición del dibujo se realiza la siguiente clasificación:
AC-1 (más de 900 vueltas).
AC-2 (más de 1.500 vueltas).
AC-3 (más de 2.000 vueltas).
AC-4 (más de 4.000 vueltas).
AC-5 (más de 6.000 vueltas).
Pero aparte de esto, es necesario también tener en cuenta la calidad de los anclajes de las piezas entre sí para que no se produzcan huecos que afean el aspecto del suelo montado.
También el grosor de las piezas de pavimento y el hecho de que sean hidrófugas son aspectos importantes.
No olvides que conocer la densidad del tablero será fundamental para evitar que los suelos se comben por humedades o tensiones superficiales por dilataciones.
En determinados sectores debe tenerse en cuenta que los suelos laminados son susceptibles a producir cargas electrostáticas, por lo que deben tomarse medidas para evitar las descargas entre personas y elementos metálicos tales como archivadores, mobiliario, etc. o entre las propias personas.
Una medida sencilla para solucionar el problema de la electricidad estática es mantener el grado de humedad ambiental entre el 55 y el 60 por ciento.
Si no se soluciona, existen productos específicos en el mercado para aplicar sobre los suelos, los cuales deben limpiarse previamente, y que deberán repetirse en el momento en que el problema de la estática vuelva a aparecer.